Dejar de pensar. Eso es lo que voy a hacer. Voy a dejar que mis inquietudes, las responsabilidades, los pensamientos, se confundan con el sonido de la lluvia de otoño. Mi sintonía será gris, mi banda sonora será el sonido agradable de la tormenta calurosa, húmeda, apetecible. Bailaré bajo las gotas, me empaparé de su tranquilidad inesperada, de la sorpresa del perezoso. Me asomaré al mundo cual caracol escondido, porque quiero compartir los olores que veo, los colores que oigo y las texturas que me invaden el cerebro. Me siento estimulada hasta el último centímetro de mi piel... Recuerdo cosas que antes sólo permanecían en el subconsciente, y que ahora, a pesar de no estar soñando, salen a flote. Me domina la parte más irracional de mí, y eso me gusta. Últimamente mi cabeza es una pesadilla, un tornado de preocupaciones. Hoy, y sólo hoy, todo me da igual. Sólo vivo por los pequeños cientos de cristales de dureza cuestionable que caen del cielo.
Lágrimas de nubes, pero seguro que lágrimas de felicidad.
